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OPINIÓN: La Argentina del Chiqui Tapia

La falta de una oposición seria y organizada deja al oficialismo ocupando todo el panorama político.

Como todo el mundo sabe, la democracia necesita un líder que haga de oficialismo y otro que haga de oposición. Siempre. No importa si son dos grandes estadistas o dos inútiles, como suele pasarnos a los argentinos. Lo importante es que al menos haya dos, uno de cada lado.

Lo ideal sería que ambos, el oficialista y el opositor, se alternasen en el gobierno civilizadamente. Aún cuando discutan acaloradamente o intercambien algún que otro insulto es esperable que en algún momento se den la mano y se traspasen el mando como gente seria, democrática y educada. En otras palabras, hacer honor a la inolvidable frase de Balbín cuando, parado ante al féretro del General Perón, exclamó: “Este viejo adversario despide a un amigo”.

Por suerte, todo eso acá ya no se usa más. Ahora es mucho más divertido. Desde hace años, nosotros somos más del portazo y del “te dejé el bastón de mando sobre el escritorio, metételo en el upite”. Nunca nos olvidemos de que Cristina no le quiso entregar los atributos a Macri y que los diputados kirchneristas se negaron a bajar al recinto del Congreso cuando el Gato juró como presidente en 2015.

También recordemos que, cuando asumió Milei, en lugar de hablar en la Asamblea Legislativa ante los representantes de todas las fuerzas políticas, decidió darles la espalda y hacerlo en las escalinatas del Congreso. Se paró frente a una plaza semivacía, rodeado por mandatarios extranjeros, en pleno diciembre, al mediodía, al sol y con 30 grados de calor. De milagro el Rey de España no se murió insolado.

Ese día también estaba Volodomir Zelensky quien, en esa situación y con ese calor, debe haber extrañado a Putin.

Sin embargo, con todos sus defectos y más allá de lo que cada uno piense de él, Milei cumple con su rol. Te guste o no, el tipo es el líder del oficialismo. Un líder un poco raro, pero líder al fin. El problema lo tenemos del otro lado.

No se ve en el horizonte ninguna figura que pueda liderar lo que, en cualquier democracia moderna, se conoce como “la oposición”. El panorama general del lado opositor es desolador lo cual es muy bueno para Milei pero muy malo para la democracia. Y por el momento no se ven muchas opciones.

Una idea innovadora sería importar un estadista uruguayo tipo Lacalle, tanto el padre como el hijo son muy buenos, o Don Julio María Sanguinetti que con sus 80 y pico le pasa el trapo a cualquiera de los nuestros. Pero es difícil que alguno de ellos acepte cruzar el charco y meterse en el quilombo argentino. Es más divertido verlo desde Montevideo. Olvidémonos de esta posibilidad.

Podríamos traer a Bachelet de Chile o a Henrique Cardozo de Brasil pero no parece lo más apropiado. No por ellos, que son bárbaros, sino porque no da que la oposición política argentina sea liderada por un brasileño o un chileno.

Descartada toda alternativa extranjera, habría que hacer un casting local y buscar una figura novedosa, fuerte, con mucha ambición de poder y capaz de hacer cualquier cosa con tal de lograr un resultado. Chiqui Tapia sería perfecto.

El problema es que el pope del fútbol argentino carga con muchas sospechas. Si desde el despacho principal de la AFA fue capaz de arreglar todos los partidos de su equipo Barracas Central y hasta de consagrar campeón a Rosario Central por decreto en una sala de reuniones, sentado en la Casa Rosada podría ser un peligro. Terminaríamos extrañando a Julio De Vido, a Insaurralde y a Spagnuolo. No va, descartado.

Llegado a este punto, no nos queda más remedio que recurrir a nuestros viejos conocidos. Por ejemplo, los radicales que en estos días están eligiendo nuevas autoridades. Se va Lousteau y ahora van a tener que elegir a otro paracaidista para que los conduzca.

Son gente rara. Los viejos radicales como Ricardo Alfonsín y Moreau se hicieron kirchneristas de Cristina y Alberto, mientras los viejos kirchneristas como Lousteau se hicieron radicales. Después no entienden por qué se fueron al descenso.

De todos modos, la UCR siempre es una opción. Hoy juegan en la B pero con un buen Chiqui Tapia que les de una mano para volver a primera división y después les regale penales todos los partidos podrían llegar a ser competitivos. Además lo tienen a Angelici.

Del resto del abanico político no queda mucho. Los famosos ñoños republicanos como López Murphy son muy respetables pero no tienen rating. Necesitan un buen productor televisivo que les arme un formato nuevo porque el que tienen ahora no mide. O la mismísima Lilita que está más para MasterChef Celebrity que para la pelea parlamentaria.

Por supuesto siempre está Macri. Hoy el Gato no estaría dando el perfil de opositor franco (con perdón de la alegoría) porque impulsa ideas parecidas a las de Milei. Además, esta semana fue a una radio y dijo que el éxodo de dirigentes que viene sufriendo el PRO ya no lo afecta porque lo habló en terapia con el psicólogo. Evidentemente no está claro qué es lo que quiere hacer con su carrera política y, a juzgar por lo que contó, tampoco lo tiene claro su terapeuta.

Visto el panorama, no queda más remedio que volver a mirar al peronismo. No creo que sea Alberto la figura más apropiada, pero algún otro grande del proyecto nacional les debe quedar.

Descartemos a Massa porque en cualquier momento salta el tema de cómo se conseguían dólares al cambio oficial, o sea a mitad de precio, cuando él era ministro de economía. Ese escándalo terminaría arrastrando a todo el partido. No es lo más recomendable.

Tampoco Máximo y Kicillof, dos muchachos que quizá tengan buenas ideas pero les cuesta comunicarlas porque tienen severas dificultades para hablar en castellano.

También está la liga de gobernadores que incluye a Insfrán de Formosa y a Zamora de Santiago del Estero. No digo que no sea gente experimentada pero difícil que el pueblo compre un candidato al que no le compraría un auto usado. Con Alberto y su concesionaria ya aprendimos.

Todo esto nos lleva a una conclusión temeraria: la mejor cabeza opositora que sigue teniendo el peronismo es la misma de siempre. Sí amigo lector, alégrese porque volvemos al punto de partida: CFK.

Si la alternativa de nuestro sistema democrático es una bolivariana en cana, estamos en problemas y el mayor de esos problemas no es que Ella esté presa sino que está merecídamente presa.

Sin embargo, la historia argentina nos enseña que nada es imposible y que bastaría que Caputo choque otra vez (si sigue haciéndose el banana lo va a lograr) para que todas la barreras legales que tiene Cristina se caigan en un minuto.

“Todo pasa” inmortalizó el anillo de Don Julio Grondona y fue frase de cabecera durante décadas. Ahora el anillo que se usa en la AFA dice “todo vale”.

Es la Argentina del Chiqui Tapia.

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