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El peronismo ¿unido?; Milei, hasta el 2031; el largo adiós de Cristina y Macri

En su defensa en el juicio oral, Cristina Kirchner, dramática, plagió el famoso discurso de Fidel Castro ante el tribunal que lo juzgaba por el ataque a una guarnición militar cubana en la década de los cincuenta.

“La historia me absolverá”, desafió entonces Fidel, con su verba de fuego, a los jueces, aunque el jefe insurgente estaba aún lejos de llegar al poder, que consiguió luego y mantuvo con puño de hierro por décadas. Aquel proceso hoy languidece, entre represión a la disidencia, stalinismo demodé y cortes de luz. Pero eso es otra historia.

Muchos años después, en otro siglo, la ex presidenta había elegido aquellas palabras en su defensa política para ponerse por encima de la justicia y descalificarla.

“La historia me absolverá”, proclamó. Llena de ira, fue todavía más allá de aquel Fidel, cuando hizo una profecía de difícil pronóstico y gran soberbia: “La historia ya me absolvió”, sentenció.

Las grandes diferencias entre estos personaje cuando ambos pusieron a la Historia como juez: Fidel había asaltado con armas el cuartel Moncada en nombre de la democracia que después olvidó; Cristina, con Lázaro Báez, las arcas Vialidad Nacional.

Ilustración: Agustín SciammarellaIlustración: Agustín Sciammarella

La corrupción por la que condenan a la ex presidenta es un sujeto ausente en la lógica e intensa agitación política que sobrevino al fallo de la Corte Suprema, confirmando una condena de seis años de prisión. Hubo un sistema corrupto que creó Néstor Kirchner, que se ejecutó durante su período y que se extendió en las administraciones sucesivas de su esposa.

Este delito, que la política por recurrencia tiende a naturalizarlo, es el que determinó el fallo de la Corte y tiene el valor de ser simultáneamente una decisión importante para la institucionalidad democrática -a la que también impacta la anomia y frustración de la sociedad-, y dolorosa porque involucra a una presidente que fue electa dos veces por el masivo voto popular y que aún es la conductora de la principal oposición.

La victimización de la ex presidenta es también un clásico y se expresa, otra vez, en su interpretación del hecho: no fue el sistema de corrupción el que la llevó a la prisión sino fueron los poderes “fácticos” -económicos, mediáticos- los que obligaron a los tres jueces de la Corte a ratificar el fallo. Es más “progresista” ser perseguida por conspiradores nacionales e internacionales que meter la mano en la lata.

Un sentimiento de orfandad embargará al peronismo una vez que la efusividad post fallo decaiga. Cristina quiere presentarse detenida acompañada por una manifestación que algunos aventuran que puede ser enorme. Forma parte de su táctica política y de la liturgia de su movimiento. Todos quieren estar en la ceremonia de despedida.

Desde su domicilio-prisión del barrio de Constitución intentará seguir siendo la conductora del PJ pero no habrá forma de evitar que ella siga privilegiando a su facción como tampoco que comiencen a brotar los síntomas sofocados de la renovación cuando comience el alivio del duelo. La mecánica de emulación de otras épocas y sus símbolos (Puerta de Hierro, donde estuvo exiliado Juan Perón, o Gaspar Campos, donde se alojó en noviembre de 1972, en su primer regreso) es tan forzada como los cánticos de los “pibes” de la liberación. Ya se habla de su hijo Máximo como su “delegado” operativo y, quizá, como su posta como candidato en la estratégica tercera sección electoral.

Un efecto derivado de la detención de Cristina podría ser el de la unificación la representación del peronismo en la provincia: Kicillof, los intendentes, el kirchnerismo y el Frente Renovador de Sergio Massa creen posible confluir en listas comunes. Y también recuperar el diálogo perdido con gobernadores.

Si el gobierno planeaba que el dilema sería Milei o Cristina -hubo fallidas gestiones ante la Corte para postergar el fallo- ahora desde el PJ se plantea la dicotomía entre Milei y el peronismo (no el kirchnerismo como representación única de ese partido).

Es, por ahora, una expresión de deseos porque la situación objetiva es que los libertarios y sus adherentes, categoría a la que se ha visto reducido el PRO, apuntan a coronar la elección llevándose la provincia de Buenos Aires. También deberán recalcular porque la ex presidenta ya no será el objeto a confrontar como alentaba Santiago Caputo.

Milei ya ha avisado que se piensan quedar hasta el 2031, algo que la Constitución impide si quiere ser él, salvo que piense en ¿Karina? para el interregno. O llamar a una reforma constitucional, una Caja de Pandora. Cuidado con los optimismos tan ligeros: hay tanto camino de hielo frágil por delante en la Argentina que el “triángulo de hierro” pareciera estar comiendo el asado antes de encender el fuego.

El macrismo ha decidido ceder “con dignidad” espacios que ya no puede defender. La mejoría en la macroeconomía que logró Milei -la caída de la inflación por debajo de los dos dígitos, por ejemplo- es superior a los valores republicanos que el PRO exhibe como un logro. Por eso, la estrategia que tiene el macrismo de encontrar una forma de diferenciarse de Milei sin romper con él es una tarea casi imposible. Recuerdan cómo el menemismo terminó fagocitándose a la UCeDe de Alvaro Alsogaray. También los libertarios se la hacen cada vez más complicada. Las elecciones de octubre en la Ciudad serán la prueba crucial de subsistencia si el macrismo decide jugársela solo y enfrentar a La Libertad Avanza.

Parece haber comenzado la ceremonia del largo adiós para Cristina y para Macri.

Para Clarín, Ricardo Kirschbaum

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