OPINIÓN: Milei, Trump y Cristina, un solo corazón
Los tres líderes comparten el mismo nivel de conocimientos, apego democrático y cordura. Ahora también, sus conflictos con los Papas.
Antes que nada, dos buenas noticias.
La primera es que sigue creciendo la lista de periodistas ensobrados, zurdos y mandriles que Javi viene desenmascarando desde el primer día. Un espectáculo.
Esta semana fueron insultados María Laura Santillán, Luis Novaresio, Paulino Rodríguez, Diego Sehinkman, Claudio Savoia, Gonzalo Aziz, Alejandro Alfie, Jorge Fernández Díaz, Marcelo Bonelli, Joaquín Morales Solá, Jorge Fontevecchia, Pablo Duggan, Ceferino Reato y todo Clarín. Al decir Clarín, Milei engloba a todos los del diario porque no quiere ser mezquino y olvidarse de ninguno.
Esta lista viene a engrosar la que ya incluía, entre otros, a Lanata, María O’Donnell, Tenembaum, Longobardi, Florencia Donovan, Baby Echecopar y todo el New York Times.
A esto se le suma la agresión fisica a Roberto Navarro de El Destape y las demandas penales del viernes contra Carlos Pagni, Viviana Canosa y Ari Lijalad. Estas tres demandas se suman a las que Javi ya había iniciado tiempo atrás contra Deborah Plager, Fabián Doman y Paulo Vilouta. Hay que reconocer que el tipo es amplio.
Reflexión: Borges solía decir que había dedicado tantos ejemplares de sus libros que en el futuro iban a valer mucho más los que estaban sin firmar que los que estaban firmados. Con el periodismo va a pasar lo mismo pero al revés. Dentro de un par de años, se van a cotizar mejor los periodistas insultados y atacados por Milei que aquellos a quienes el presidente no les haya dicho nada. De todos modos, al ritmo que vamos va a ser difícil que quede alguno sin recibir su merecido. Como mucho, el periodista Manuel Adorni y un par más.
La otra buena noticia es que el Senado rechazó la Ley de Ficha Limpia. Por suerte, a último momento se levantaron de sus bancas dos senadores por Misiones, Arce y Rojas Decut, y así la votación se perdió.
No sabemos con exactitud la razón por la que estos dos senadores se dieron vuelta, pero nos la podemos imaginar.
Si fue una movida del gobierno, como todos suponemos, vaya desde acá nuestra felicitación para el presidente y su triángulo de hierro. Han tomado la decisión correcta. La ley de Ficha Limpia no le convenía a nadie.
Aclaremos: es obvio que Cristina cometió delitos de todos los colores, pero hay que reconocer que no es la única que tiene esa debilidad. Desde la joda de Odebrecht hasta la de $LIBRA hay mucha gente que se podría complicar con Ficha Limpia. Por eso es positivo que se haya tirado la ley a la basura. Dejemos estas ideas de ñoños republicanos para los suecos y preservemos la argentinidad. Al fin y al cabo, así no nos fue tan mal. Ya ganamos tres mundiales, metimos un Papa y la Reina de Países Bajos.
Lo lamentamos mucho por Silvia Lospennato que, no solo le puso mucha garra al tema sino que encima se comió el amague del presidente que la llamó y le prometió que juntos iban a sacar la ley. Lospennato debería postularse para legisladora de la ciudad, pero de la ciudad de Bruselas. Allá hubiera andado fenómeno. Acá somos lo que somos.
Dicho todo esto, vayamos a lo importante.
Pocas veces hemos visto a Javier Milei, a Donald Trump y a Cristina Kirchner hermanados por un mismo hecho, como ocurrió esta semana. A diario, los tres demuestran compartir el mismo nivel de conocimientos, apego democrático y cordura.
Sin embargo esta vez fue la designación del Papa León XIV lo que los unió. Retrocedamos en el tiempo para entenderlo mejor.
Fue en el año 2013 que Cristina venía a 200 km/hora y en una curva se llevó puesto un cisne negro. Dos años antes, en 2011, había sido reelecta con el 54% de los votos y una diferencia de 38 puntos sobre el segundo (Binner 16%) sepultando, de ese modo, toda fuerza opositora. De milagro zafó Macri que decidió no competir.
Con mayoría en ambas cámaras legislativas, Cristina proclamó su famoso “vamos por todo”. Arrancó el 2012 acelerando la Ley de Medios para que solo hubiera medios que se portasen bien, impulsó la ley de democratización de la justicia para que solo hubiese jueces que la quisieran mucho y encaró lo que Ella llamaba el nuevo contrato social. Un eufemismo para modificar la Constitución y habilitar la reelección indefinida. No podíamos darnos el lujo de que una presidenta tan genial como Cristina se tuviera que ir a su casa en 2015 por un simple capricho constitucional.
De hecho, la entonces diputada Diana Conti lo había dicho bien claro: “Cristina eterna”. El librito rojo con la Constitución Bolivariana nos esperaba a la vuelta de la esquina.
El remate de aquella escalada fue el inolvidable Memorándum con Irán presentado a finales de 2012. En febrero de 2013 se aprobó el acuerdo por el cual los iraníes iban a colaborar en la investigación del atentado cometido por los iraníes. A la democracia argentina se le venía la noche.
En eso estábamos cuando en marzo de ese mismo año el humito blanco asomó por la chimenea del Vaticano consagrando al Cardenal Bergoglio como el Papa Francisco.
En un instante milagroso automáticamente Cristina dejó de ser lo que era. A partir de ese momento había un argentino mucho más importante y poderoso que Ella: un Papa argentino. Desde entonces ya nada fue igual y todo lo que Ella soñó nunca sucedió. Siguió rompiendo las pelotas (y lo sigue haciendo) pero no consiguió nada.
Exactamente lo mismo acaba de ocurrirle a Donald Trump. Desde el jueves hay un norteamericano mucho más importante que él, mal que le pese. No la debe poder creer.
Allá en EEUU todavía no se dieron cuenta de todo esto pero nosotros, que ya lo vivimos, sabemos lo que significa. Posiblemente muchas de las cosas que Trump pensaba hacer ya no podrá hacerlas. Al menos sin conversarlo con Su Santidad.
A León XIV lo apoyan 1.400 millones de fieles. A Trump, como mucho, 150. Es el Inter de Lautaro contra el Boca de Gago.
Después de perseguir a Bergoglio durante años, Cristina y todo el kirchnerismo tuvieron que morfársela. En pocos días transformaron aquel desprecio por lo que ellos definían como un Papa cómplice de la dictadura en una devoción incondicional al Papa de la justicia social. Este episodio se recordará como “La Santa Voltereta”.
Lo mismo le pasó a Trump, solo que él se avivó mucho más rápido. Apenas tardó unas horas en darse vuelta. Pasó de autopostularse para ser el nuevo Papa y publicar su propia imagen con el atuendo papal a felicitar con admiración a León XIV y volverse a Mar-A-Lago silbando bajito. No le quedaba otra.
Nuestro Milei también se pasó de rosca. Con Francisco arrancó llamándolo “el maligno” y terminó de rodillas llorando y pidiéndole perdón. Con León XIV celebró el anuncio publicando la imagen de un León vestido de Papa. Se quiso hacer el gracioso y ofendió a media humanidad.
Lo grave del tema no es el papelón presidencial sino el hecho de que no haya en su entorno nadie con dos dedos de frente que lo filtre. Ninguno que le diga “che Javo, te fuiste al carajo, no lo hagas”.
Tal vez necesitaría alguno que lo ayude a bajar un cambio. La pelea siempre es mal negocio. Genera un pésimo clima, conspira contra la confianza, espanta los dólares y al final todo se va al demonio, como siempre.
No sea cosa que, de tanto combatir mandriles, Milei termine siendo el rey de los mandriles.
Para Clarín, Alejandro Borensztein