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OPINIÓN: Cómo acabar con Vicky Villarruel de una buena vez

Algo anda mal en el gobierno. O algo raro le esté pasando al presidente. Más allá de la fortuna que se están timbeando con el dólar futuro o del enfrentamiento con todos los gobernadores, acá está pasando otra cosa más grave.

El síntoma es claro y preocupante: en la última semana, el Excelentísimo Señor Presidente de la Nación, Don Javier Gerardo Milei, casi no insultó a ningún mandril. Nunca había pasado semejante cosa desde que llegó al poder.

Computando desde el viernes 11 hasta este viernes 18, sólo le dijo dos veces “pelotudo” a Jorge Rial, tiró 10 tweets contra Julia Mengolini y uno contra Brancatelli. Una nadita, si lo comparamos con los 265 insultos en tweets y retweets dedicados a 37 periodistas en los 15 días anteriores.

Obviamente, esto preocupa en los ámbitos mediáticos y académicos que se divertían con las bestialidades que decía Javi. La consecuencia de esta conducta presidencial es que el Campeonato Nacional de Mandriles ha entrado en una virtual parálisis. Las apuestas que corrían por wapp han quedado stand by.

El dato es muy serio porque significa que el presidente no está focalizado, no se está ocupando de lo importante, de aquello que tanto nos gusta y entretiene.

¿Qué lo pudo haber sacado de eje? Todos los analistas coinciden en que hay un solo elemento que lo puede estar perturbando: Vicky Villarruel.

De ser así, estaríamos una vez más frente al recurrente problema que padecen todos los presidentes: su vicepresidente.

Para entender mejor el tema debemos definir que un vicepresidente es un ser humano que sueña con un piano cayendo sobre la cabeza del presidente. Es lógico, todo vice es un político que está a solo un latido de la presidencia. Inevitablemente, siempre será considerado un conspirador en potencia.

En el caso de Milei esto es mucho peor aún ya que, entre sus grandes atributos, no aparece la capacidad de confiar. A nadie se le cruza por la cabeza que el tipo sea un paranoico, qué esperanza, pero no por nada La Jefa es la hermana. Posiblemente solo confíe en su sangre. Y lo bien que hace.

La historia le da algo de razón a Javi. Sin ir demasiado atrás, Alfonsín solía desconfiar de su vice Víctor Martínez.

Menem la hizo más corta. Asumió en 1989 y en 1991 se sacó de encima a su vice, Eduardo Duhalde, mandándolo de gobernador a la provincia de Buenos Aires. Con los años, Don Eduardo tendría su revancha: en 2003 le dividió el peronismo y le arruinó a Sbaraglia la posibilidad de un tercer mandato.

Menem siempre abonó la idea de eliminar la figura del vicepresidente. Pudo haberlo hecho en la Reforma Constitucional de 1994 pero no abrió la boca porque en ese momento lo único que le interesaba era habilitar su propia reelección. Todo lo demás le chupaba un huevo.

Reflexión: cada vez que un presidente o un gobernador busque modificar la constitución siempre será para incorporar algún mecanismo que le permita seguir en el poder. Lo demás no le importa a nadie. No se conoce en toda la historia un solo gobernante que haya propuesto cambios que limiten su poder. La diferencia entre Insfrán y todos los demás es que simplemente al gobernador formoseño se le fue la mano. Sigamos.

A De La Rúa, su vicepresidente directamente lo arruinó. Don Fernando había asumido en diciembre de 1999 con la promesa de terminar con la corruptela menemista pero a los 10 meses su vice Chacho Álvarez denunció un temita de coimas, pegó un portazo y se fue a la casa. Todavía faltaba un año para el corralito y el desastre de 2001 pero aquel episodio ya había sellado la suerte del gobierno.

Cuando en 2003 apareció Kirchner no lo conocía ni el loro. Para darle popularidad a esa fórmula presidencial lo fueron a buscar al menemista Scioli y le pidieron que se hiciera kirchnerista, justo veinte años antes de dejar de ser casta y hacerse libertario. Un tipo flexible.

Kirchner y Scioli ganaron las elecciones, asumieron en mayo y al mes el Compañero Lancha ya estaba en el freezer dentro de un tupper. Recién lo descongelaron en 2007, le dieron un golpe de horno y lo mandaron como gobernador de Buenos Aires.

En las elecciones de 2007 Cristina eligió como vice a Cobos y el lema de campaña fue “Cristina, Cobos y vos”. Ganaron por afano y a principios de 2008 Ella decidió que, para aumentar las retenciones al campo, nada mejor que poner el país al borde de la guerra civil. Fue aquel voto no positivo de Cobos lo que evitó el desastre.

Cansada de freezar vicepresidentes (Scioli y Cobos), en 2011 Ella la pensó bien y eligió su mejor joya: Rolex de oro en la muñeca izquierda y Amado Boudou en la derecha. Quedará en la historia la frase de Cristina en aquel acto del 17 de diciembre de 2011: “Amado no pudo venir porque está trabajando… no saben lo lindo que es tener un vicepresidente”. Lo mismo deben haber pensado Vanderbroele y toda esa banda de amigotes.

Desde Boudou hasta Alberto, pasando por Massa, Insaurralde, Zannini, Aníbal y tantos más, Ella siempre demostró tener un talento especial para elegir candidatos.

De Michetti hay poco para decir. Un vicepresidente debe reunir tres condiciones: lealtad para evitar toda sospecha, muñeca política para manejar el Senado y capacidad para eventualmente asumir la presidencia. Michetti cumplía dos de tres. No es poco.

Cristina 2019/2023 fue un caso especial. Era la vicepresidenta del gobierno que ella misma conducía. Si bien todavía le sigue echando la culpa al Topo Alberto, esa fue toda de Ella. Tal vez ahora mirando Netflix, tirada en el sillón y con las gambas sobre el apoyapiés cuidando de que la tobillera no le raje el tapizado, se esté dando cuenta de que no la pensó bien.

En este contexto histórico aparece Vicky Villarruel, la décima vicepresidente de la democracia moderna argentina. Si yo fuera ella y quisiera escalar el conflicto, me hago tejer un poncho con la 10 en la espalda y lo emputezco al Javi.

Te guste o no te guste, más allá de sus ideas, Villarruel es un cuadro con formación política que sabe de historia.

Por ejemplo, si le preguntás sobre “azules y colorados” seguro que ella te va a contar la historia completa. Podría explicar con lujo de detalles aquel enfrentamiento sangriento que dividió a las FFAA entre 1960 y 1962. El almirante Rojas y los generales Lorio y Labayru del lado colorado y los generales Onganía, Pistarini y Julio Alsogaray del lado azul. Y también te podría contar como todo eso desembocó en el gobierno de Illia, su posterior derrocamiento, la Revolución Argentina y la salida conducida por Lanusse hasta entregarle el poder a Cámpora.

En cambio, si le preguntas a Javi, a Karina y a los dos Caputo sobre “azules y colorados” seguramente te van a decir que es la camiseta de San Lorenzo.

La diferencia entre saber y no saber de historia política suele ser la diferencia entre el éxito y el fracaso en la política. Los gobiernos que tuvimos en el siglo XXI son la mejor prueba.

El próximo sábado 26 será el acto en la Rural al que deberían asistir los dos, presidente y vice. Hermoso quilombo para ver por la tele.

Que ellos hagan lo que quieran. Nosotros lo único que necesitamos es que Milei se concentre y vuelva a insultar como sólo él lo sabe hacer. Sería una pena que el Campeonato Nacional de Mandriles termine siendo un torneo de morondanga.

Con lo bien que venía.

Para Clarín, Alejandro Borensztein

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